jueves, 23 de septiembre de 2010

Berlín, 1945

Me bajé del caballo, estaba fuera de mi. O simplemente pensé que no pasaría nada si enseñaba modales a aquella vieja hedionda. Aún recuerdo mi chamarra brillando al sol. Solía atemorizar a los plebeyos, peor aquella gitana se puso impertinente y saqué la daga del cinto, luego una cosa llevó a la otra. Me quedé mirándole a los ojos. Morir, ahora lo sé, no es fácil. Ella me dijo que ojalá muriera un millón de veces. O quizás no, quizás lo imaginé después de tantas veces que he despertado en cuerpos que sé ajenos. debe ser cosa del diablo, pero ya no sé si existe Dios y si no hay en él la misericordia suficiente como para dejarme morir ya de una vez, y voto a bríos, que sea ya lo que él quiera. De nada me sirvió la cruz de Caravaca que llevé al cuello por tantos años, desde que mi noble tío me hiciera entrega de ella. Ahora despierto y sé que en pocos minutos algo va a pasar. Lo peor es el miedo atroz, la angustia que inflama los pulmones cuando se acerca la riada, cuando el barco se hunde, cuando mi tristeza es tan profunda que me incita irremediablemente a saltar. Ahora sé cómo es ese último segundo tan eterno que tantas veces -cuanta ironía- he vivido. me han atravesado de parte a parte con espadas, hachas, bayonetas. Luego despierto en otro cuerpo que no es el mío -allá se loe starán comiendo los gusanos- y mi alma atormentada no puede respirar sabiendo que en algunos minutos, horas a lo sumo, volveré a sentir la desazón profunda. Y nunca me rindo. Tengo para mi que si en alguna ocasión consigo esquivar la muerte podré vivir por siempre. Alguna esperanza me ha de quedar. Y si no me queda da igual, el instinto es más fuerte, y ver de cerca el verdugo, sentir pasar los aviones, descubrir que has resbalado, ver al coche de enfrente empotrarse contra el que yo manejo -quién sabe como- todavía me produce un espanto inimaginable. hoy me toca ser soldado. Escribo esta carta desde la trinchera. Los hombres que hay a mi alrededor muestran rostros de cansancio, de desolación. Un paso más debe llevarme al infierno, seguro estoy, pues este paisaje de humo y destrucción así lo hace parecer, para mi mal o mi bien. Ah, del descanso eterno. Suena una batida de nuevas explosiones, la tierra tiembla como nunca antes había sentido. me tiro al suelo por puro instinto. "Los rusos están decididos a llegar a Berlín anttes del cumpleaños del Führer" me dice un hombre pelirrojo tumbado no muy lejos de mi "hoy vamos a morir todos"

Como si yo no lo supiera.

2 comentarios:

Tierralandia dijo...

Hacía mucho que no actualizabas.
Está muy bien escrito

jose antonio alonso dijo...

bueno, veo que al fin has vuelto, al menos a este blog!Me ha recordado algunas imágenes de "EL hundimiento"

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