domingo, 9 de mayo de 2010

Dedicatoria

Se me cayó la estantería encima con todos los libros. Fue para haberse matado. Cuando salí de entre la marabunta de volúmenes viejos, de grandes mamotretos, magullado y bastante aturdido por los golpes, tuve que tumbarme en el sofá de casa para intentar respira mientras me llevaba la mano a la cabeza. Cuando estaba en el suelo tirado cubierto por cientos de libros había tenido una revelación, algo así como una epifanía. Porque todos esos libros que estaban allí desparramados en el suelo tras haberme golpeado en tromba eran el producto de años de bandidaje cultural, producto de un coleccionismo digamos que insano. Todos ellos habían sido enajenados de bibliotecas universitarias. Empecé con 18 años en la Universidad de Barcelona, me encantaba aquella vieja biblioteca de la facultad de letras. Pasaba mucho tiempo allí, en los jardines tras el claustro de filología, leyendo aquellos libros que robaba, sentado en un banco -siempre el mismo- no muy lejos de parejas que se daban que se besaban con furia, estudiantes que se comían el bocadillo o jovenzuelos que iban a fumar porros. Coonocí a gente extraña con quien conversé sobre temas extraños. A algunos de ellos acabé regalandoles alguno de aquellos libros. También robaba en las librerías de viejo, pero menos. La sensación es extraña, pero no se parece a la cleptomanía, creo. Tiene un tanto de esnobismo, eso sí, y sobre todo era una especie de acto reivindicativo contra una universidad que me había metido en la trituradora de un sistema que no reconocía mi talento ni fomentaba mi interés por nada ni apreciaba mi valía. Era un creido, iba de listo y quizás lo era. Confiaba en mi y me sentía bien cuando salía por los arcos de la puerta y nada sucedía. Por lo menos leía todos aquellos libros con verdadero apasionamiento; supongo que ante mi mismo eso me disculpaba. Las horas pasaban, y me anochecía allí en mi banco, y en invierno hubo veces que me vi obligado a bajar al bar de la facultad con sus ruidos de cafetera express y de sillas arrastradas. Aquellos años pasaron y yo llegué a acumular una cantidad de libros que a punto estuvo de matarme. Por eso he decidido devolver al mundo todos los libros que acaparé. Este lo he elegido especialmente para ti. Trata de un hombre que desconfía de lo que fue. Espero que te sea de provecho por que para mi, visto lo visto, no lo fue.

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