martes, 6 de abril de 2010

Sueño nº 13

La invención del Hipnoreader se venía gestando desde casi veinte años antes de que Clara De Munt apareciera en escena con sus mujeres de vestidos rojos y su mar de celofán envolviendo el mundo móvil e indisciplinado de edificios rampantes y efectos visuales enternecedores e impactantes. El doctor Costan comenzó sus experimentos con pesados electrodos cerebrales que constituían un aparataje tremendo. Su mayor resultado fue la visualización de elementos simples, de hecho comenzó con una A mayúscula, así de sencillo, y aún así la visualización de este objeto era difusa e incompleta. Su impacto en la comunidad científica de principios de este siglo XXI fue límitada, y el desarrollo de la tecnología se debe sobre todo al ingeniero ruso Teslanov, que consiguió el primer y rudimentario lector hipnótico, más perfeccionado que los que fueron presentando el equipo de Montreal y el Conseille Cientifique de Lausanne. ¿Un lector de sueños? Los documentales televisados de la época, las revistas de divulgación de la época, los suplementos de los periódicos fantaseaban sobre el futuro del invento. ¿Quién podía creerlo? Las imágenes, aún toscas, de los primeros experimentos públicos causaron un furor mundial comparable a aquella famosa retransmisión de la llegada del hombre a la luna. Audiencias colosales se asomaban al mundo hipnótico de las primeras imágenes televisadas de sueños. Polémicas sin sentido se iniciaron en innumerables foros, inundaron la red, fecundaron la imaginación de guionistas de TV y cine (¿Quién no recuerda la ya absurda y mal envejecida "En trance de un sueño") Sectas religiosas, embaucadores varios, charlatanes mediáticos, genios del espectáculo de masas se hicieron con los primeros modelos. Psicólogos del tres al cuarto releyeron avidamente a Freud. el mundo se imaginaba diferente y nuevo desde que se había abierto al mundo el mundo de los sueños. Filósofos, polemistas, opinadores profesionales hablaron del último descubrimiento, el del mundo de los sueños, el que vive detrás de los ojos cuando caemos rendidos; lo compararon con el descubrimiento de América, con la invención de la electricidad, con la aparición de Internet. Clara de Munt nació seis años después de la primera retransmisión televisiva de sueños. Fue una niña alegre, febril, plena de deseo y de vida.Pasó los primeros años en el barrio de Barrancas de su querida Lima natal, frente al mar tras los acantilados, junto a la colmena de casas, no muy lejos de la punta del chorro desde dónde iba a contemplar como saltaban al mar los jóvenes de su barrio. A los once fue testigo de cómo atropellaban a su padre, hecho este que aparece en muchos de sus hipnolecturas. Sobre su vida se ha escrito mucho y mucho más se ha querido ver en los sueños que presentaba ante inmensas audiencias, cuando aún no había perdido la inocencia para soñar y el mundo se maravillaba y se extasiaba ante los campos floridos de sus escenas hipnóticas, la ternura de sus intrincados argumentos, la poesía inmanente en sus personajes. ¿Cómo no recordarla pisando cientos de planchas de latón camino de esa Arcadia donde su padre la esperaba?. Sus sueños fueron para muchos un sustento moral ante un mundo depravado. Cuando perdió la inocencia, cuando el amor dejó de correr por sus venas llegó la oscuridad, fue acabando el mito. Llegó la muerte, que es dejar de soñar.

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