lunes, 8 de marzo de 2010

Tres monedas

No se preocupó por encender las luces cuando entró en la casa. Las barras de neón del cartel de un club traspasaban la ventana abierta. Se oía un zumbido metálico y de repente la sala aparecía iluminada de un color estridente pero ténue. Luego de nuevo otro zumbido que teñía la escena de otro color y así sucesivamente No había apenas mobiliario. Pilas de periódicos arrumbadas contra la pared, montañas de libros criando polvo, unos sillones raidos, paredes desnudas. Con aparente ansiedad, Margot vació el bolso sobre la mesa por el método de volcarlo en un gesto rápido y nervioso. Un pintalabios rojo rodó y cayó al suelo, un llavero en forma de corazón con dos llaves colgando salió despedido hacia una esquina. De fondo se escuchaba un solo de saxo. Margot llevaba aún el impermeable puesto y el pelo desordenado. Tomó tres monedas y salió apresuradamente dejándo la puerta abierta.
- ¿A dónde iba?- Preguntó el doctor Stressman.
- Ese precisamente -comencé a decir- es el contenido de esta historia que le voy a contar.

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