sábado, 20 de marzo de 2010

Fuego/Asfalto/Silencio

En Tanger el aire olía a aceite quemado en el depósito de camiones, más allá del puerto, en un recinto cerrado por verjas y vigilado por dos muchachos siempre con cara de sueño y ademanes lentos, como de pesadez arcaica. Por la noche dos grandes reflectores iluminan la extensión mal asfaltada, marcada por pintura deslavazada, y al fondo se adivinan las torres de carga, los muelles, el mar incluso. Apenas suena un zumbido lejano, confundido con el azogue de las olas en el dique, el silbido del viento al chocar contra las rejas y el alambre de espino. El amanecer trajo el movimiento de más camiones que entraban y salían, y la puerta se abría y cerraba con un rugido metálico y un chasquido oxidado. El tráfico se intensificaba en la carretera aledaña y las voces de los muchachos, los claxons de los taxis, el bramido de los vehículos inundaba el aire.

Hacia las nueve de la mañana el camión salió de la campa, tomó la carretera hacia el sur, se desvió en la aduana, pasó los controles, se le practicó la prueba del escáner para comprobar que no había nadie escondido en los bajos del camión. El aire olía a salitre.

En el barco sentía cada vez más fuerte el olor a petróleo y a metal enfermo, agua estancada, sal, podredumbre. Luego llegaron las fueres vibraciones, las sacudidas. Se reincorporó como pudo, con cuidado de no tocar el cuerpo del motor. El calor era insoportable, y el espeso aire apenas se podía respirar.

El conductor ojeó el panel con desgana. Trescientos kilómetros de recorrido desde Algeciras. Había visto pasar los montes pardos, las estepas despobladas, los suburbios, las laderas plantadas de olivos a intervalos regulares. Un automóvil plateado se incorporó bruscamente a la calzada desde el arcén. El conductor del camión apenas tuvo tiempo para reaccionar; giró el volante, perdió estabilidad y acabó empotrándose con otro vehículo que venía en sentido contrario. Fue en ese momento cuando se inició el fuego en los bajos del camión.

Empezaron a sentirse chillidos intensos y una voz agitada demandando auxilio. Provenían de los bajos del camión. El fuego ardía con furia, alzando un grito exasperado, gigantesco, preñado de dolor.

Después, al poco tiempo, se hizo el silencio.

2 comentarios:

jose antonio alonso dijo...

En T�nger empieza el mundo donde ya todo se ha acabado, T�nger es el principio del fin.T�nger es la puerta del infierno,T�nger es una noche de acordeones y cajas de ritmos, de cajas de cart�n despanzurradas ah�tas de sangre de camiones y de motocicletas sin ruedas, de c�scaras de pl�tano devoradas con avidez por perros desdentados.
T�nger es el principio y es el fin.No se sabe a�n que hay m�s adelante.

Tontoquienlolea dijo...

¿Y lo feo que es?

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