sábado, 13 de febrero de 2010

Reencuentro

Amancece y ya no me quedan más penas que contar. Ya sabes lo de Ricky y su ingenioso plan para volver de París a Barcelona sin más equipaje que su vieja walter y dos cargadores. Iba a conseguirlo, pero tuvo que matar a demasiada gente por el camino. Acabó en Berlín, confiando que allí no lo buscarían. pero no contó con que yo pudiera traicionarle. Y tengo que decir que le quise, que llolré por él antes, durante y después de que nos casaramos. ¿Por qué? Tengo muy poco que reprocharle. No fue el marido perfecto, pero jamás pretendió ser más que una persona honesta, incluso demasiado. Y sobre todo, no pudo controlar su forma de ser, esa tendencia hacia el lado oscuro de la vida. Llegábamos a cualquier ciudad y en unas semanas ya conocía desde el más pelao al jerifalte más cabrón. Se ganaba la vida. Y ahí estuve yo, siguiéndole, sin pedir nada. Luego sé que entraron en su piso alquilado en Schönfield. Sobre la mesa, restos de cocaína, una botella de Whisky, un cenicero repleto de colillas y los dos cargadores. Luego salió de no sé dónde con su pistola y mató a los dos hombres de Moldakov. Puede que ahora venga a buscarme. No sé si esta vez conseguiremos arreglar lo nuestro.

2 comentarios:

Tierralandia dijo...

Estamos negros, no?
Te paso el enlace del blog del taller de cuento que estoy haciendo: http://tallerasun.blogspot.com/search/label/Glòria

Hay dos ejercicios míos, en el primero había que contar una ruptura y el segundo es detectivesco. A ver qué te parecen.

Vienes el finde próximo, verdad?
Tengo ganas de verte

Tontoquienlolea dijo...

Este viernes estoy allá. He leído tus cuentos. El segundo me ha gustado más.

Publicar un comentario