lunes, 19 de abril de 2010

Manuscrito que vuelve a su origen.

Volvió del cine con las manos en los bolsillos. Durante un rato se tumbó en el sofá a ver como el humo se desvanecía en dirección al techo. La luz amarilla de las farolas de la calle se colaba entre las rendijas de las persianas metálicas. Pensó en Carlota ya sin desánimo, como una mancha que ya no impregna su alma de mugre, como el cerco de un vaso en una mesa de cristal. ¡Pasan tantas cosas en la vida! Ahora se ve limpio, incluso animado. Piensa en escribirle un poema en que acabe diciéndole yo soy más que tú, por que mi alma ha saltado desde el oasis de tus ojos al océano de mi amargura y ha salido vibrante y asfixiada, pero ahora todo ha pasado, y puede que evocar tu nombre rasgue la costura de una herida abierta que siempre quedará en la memoria. Piensa en escribirle y sabe que ella nunca habrá de leer lo que sea que garabateé en las hojas en blanco. El cenicero está demasiado lejos. Lo acerca. Abre el paquete de tabaco y comprueba que quedan tres cigarros. Lo cierra pensativo. Posa el lápiz, ávido de desbocar todo lo que tiene por decir, clavado tan dentro. Como cuando se está a punto de llorar y un gesto desnuda el último velo y saltan las lágrimas. Así se queda detenido, como en suspenso, casi reteniendo el aire. Nada. Mira de nuevo al techo. Una inmovilidad extraña detiene el lápiz sobre el papel. No hay caso. Deja el lápiz sobre la mesa, enciende otro cigarro. Recuerda aquel gesto de Carlota, saliendo del coche la última vez que quiso verla, sus ojos grandes, su pelo cayéndole sobre los hombros. Siente de nuevo la oscuridad de la noche revolviéndose en las entrañas, apenas se concentra ya en el humo. Suena una música leve, tranquila, demasiado lejana. Algo demasiado bello para una noche de primavera. Ojalá pudiera escribir eso. qué más da ya el desdén, el rastro del dolor, la mordida en el pecho, que tanto pugnó por respirar. Ojalá pudiera escribir sobre el cielo estrellado, el cielo puro y limpio sobre la ciudad que alguna vez fue suya. Sobre todo esto que le sucede y le viene a la mente. con eese impulso, tomó el lápiz de nuevo. A ella le pondría otro nombre, la llamaría, quien sabe, quizás Carlota. Inventó el principio, le salió así, no supo cómo. De alguna manera decidió no ser el protagonista, quiso verse desde fuera. Pensó que quedaría bien hablar de una música leve y tranquila que suena lejos, mencionar la noche que queda tras las ventanas. Citar lo de los tres cigarrillos que le restan, explicar todo lo que quiso escribirle a Carlota (que no es Carlota) en aquel poema que no escribió y que de todos modos nadie habría leído. Pensó en escribir sobre si mismo escribiendo.

Esa persona soy yo.

Y aquí pongo el punto final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario