martes, 27 de octubre de 2009

Vacuedad

Vacío, se dijo entonces el condenado a galeras, entre empuje y empuje del remo. Sonaba el tambor del comitre, el rugir de las olas. Mil años después será lo mismo. Nada más que vacío. Pero el vacío en teoría no debería ser malo ni bueno. Una llamada en la oscuridad, un par de trazos incompletos en un lienzo en blanco, todo muy simple. Del vacío se presupone limpieza de espíritu alzándose hacia la nada que es Dios en los cielos incólumes y etéreos, limpios también de paisajes y colores, elevándose sobre la podredumbre universal de la alcantarilla y el estadio repleto de cuerpos vociferantes que llamamos mundo. Una bola negra en la boca del estómago, eso es el vacío, eso que indefectiblemente vive en soledad, muere en la lejanía del horizonte, se entretiene en su contemplativa miseria. El alma se niega a aceptar el fracaso de las ilusiones con más filosofía que un par de ajadas máximas viejas y una endeble actitud que quiere parecer digna , memorable, quien sabe si incluso heroica ante los embates de un mundo sin sentido. Su soledad acompañada, meliflua, no le ha enseñado apenas nada, y la luz de un día medianamente iluminado no alcanza a revolver el letargo que a partes iguales le provoca desapego y una leve sensación de fracaso que no hace más que agravar su enfermiza propensión al aislamiento.Así soy, así puedo haber sido, tan sensible al desaliento, tan pronto a la lamentación, tan convencido del fracaso de toda empresa, no volverá nunca a renacer, ni tendrá más objetivo que vivir su propia condena entre las cenizas de su tedio estéril e inacabable. Alea jacta est. Sigue remando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario