- Fue entonces - el Profesor Bosing se ajustó las gafas, volteó algunos papeles, vacilante- cuando di con la que parecía ser la pista definitiva. Verá, si el Manuscrito Montpellier-Chacón contenía cierto número de casos en que se confundían las sibilantes, lo cual parece una vacilación ortográfica bastante plausible en el s.XVI, podía ser en cambio que el manuscrito de la Crónica que se guarda en la Biblioteca Antigua del Monasterio de las Pedrizas incluyera asimismo las mismas variantes, con lo cual quedaría resuelto el enigma sobre cuál fue la versión original del texto, y entonces podríamos al fin desentrañar la posición correcta de las ruinas de Oxcolok cuya punta de iceberg -apenas un túmulo bajo el cual se irradiaba un sinfín de pasadizos inexplorados- acababamos de hallar en nuestra misión arqueológica en Honduras.
El rector se retorció incómodo en su sillón, e incorporándose, apoyó los codos sobre la mesa.
- ¿Y qué descubristéis ene se manuscrito? -preguntó- Me refiero a la crónica.
- El análisis de composición de papel y tinta revelaban que había sido escrito no más allá de finales del mismo siglo.
- Pudo haber sido una copia fiel del original.
- Quizás, pero eso no desentraña una de las mayores dudas que ese mismo escrito nos había planteado.
- ¿Cuál?
- Que la ciudad de Oxcolok, según los indios mayas a los que preguntarón Pérez de Villa y sus hombres... nunca había existido
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